Desayuno en Tiffany – Truman Capote.
“La solución consiste en saber que sólo nos ocurren cosas buenas si somos buenos. ¿Buenos? Más bien quería decir honestos. No me refiero a la honestidad en cuanto a las leyes (podría robar una tumba, hasta le arrancaría los ojos a un muerto si creyese que así me alegra- ría un día), sino a ser honesto con uno mismo. Me da igual ser cualquier cosa, menos cobarde, falsa, tramposa en cuestión de sentimientos, o puta: prefiero tener el cáncer que un corazón deshonesto. Y esto no significa que sea una beata. Soy simplemente una persona práctica.”.
Ayyy
me encanta la cita conchelalora, extremista y sin contemplaciones, pero es muy
Holly y nada que decir.
En
vacaciones de invierno, los días que no salía, los dediqué a ver películas. No
vi tantas, lo confieso, pero las que vi me dejaron bastante pocha; Desayuno en
Tiffany fue una de ellas. Las razones por las que amé la película son varias
pero creo que no vienen al caso en este post, lo importante es decir que apenas
me topé el ejemplar en la biblioteca de Santiago, me lo traje pa la casa en un
pestañeo.
Entonces,
Desayuno en Tiffany es una novela corta narrada por un nuevo-escritor que se
muda a Nueva York. En su departamento, se encuentra con esta jovencita que es
un torbellino, no la puedo describir de otra forma. Un torbellino hecho de arcoíris
(la amo). De forma casi accidental (o no tanto) nuestro protagonista se ve
arrastrado a la vida de Holly Golightly, y va descubriendo poco a poco que este
torbellino no es solo eso, sino que tiene un montón de secretos y un montón de
inseguridades y un montón de deseos que se construyen en base a mentiras y a
dinero ganado a costa de bolsillo de viejos calientes. Holly sabe lo que vale,
lo que es, lo que provoca y tiene el mundo a sus pies. Eso es lo que encanta a
nuestro “Fred”, quien gay o no, se preocupa por Holly.
El
libro es una oda a esta mina y a su general existencia, desde los ojos de este
compañero cercano que es el narrador. Nos hace un perfil detallado y a la vez
desdibujado de una mujer muy compleja y adelantada para la época (recuerdo que
en uno de los capítulos apoya libremente el matrimonio entre personas del mismo
sexo y puta, si no me equivoco esta novela es como de los años 50 entonces…
aplausos pa Holly) y consigue atrapar, con un solo personaje en el cuadro.
Capote
es seco.
Tiene
diálogos bacanes, personajes interesantes, definidos y al mismo tiempo te
permiten inferir. El terror que le tenía a este autor se evaporó de una porque
como escribí en la reseña de Goodreads, resultó ser un caramelito.
¿Qué
más decir? No me quiero extender demasiado porque se viene otra reseña acá
abajo. Calificada con 4/5 Pazitas, Desayuno en Tiffany es una
novela desas que debes leer. Es cortita y en un par de viajes en metro se
digiere pulento. ¿Dónde la encuentran gratis? Yo la pillé en la Biblioteca de
Santiago, Quinta Normal, pero está en PDF también. Palabra de Paza.
Había una vez un pájaro – Alejandra Costamagna.
“Yo me echo en la alfombra. Abro el paquete de galletas y voy untándolas en la mermelada. Sigo la ruta de una hormiga en silencio. Va muy apurada, directo hacia el frasco, muy concentrada en su misión. Frena un segundo y no sé de dónde aparecen tres, cuatro, diez hormigas más. Ahora conspiran, intercambian movimientos de antenas y arman un batallón de asalto a la mermelada. Corren, nadie las detiene, están por llegar a la cima de su montaña, a la primera hormiga le falta un milímetro y ¡toque de queda, toque de queda! las voy aplastando una por una”
Puedo
dejar la cita e irme a acostar y cachamos de una porqué la Costamagna es seca y
ojalá ser ella cuando grande.
Había una vez un
pájaro, es una
reescritura de En voz baja, una
novela que escribió por allá en el 96. Yo tenía un año de vida y la gente ya
creaba cosas bacanes, eso me da pena. Como sea.
En
esta reedición nos encontramos con dos cuentos previos a la novela y la
selección es una casi maestra porque se genera ambiente. Son cuentos que hablan
desde la mirada infantil, desde la inocencia y el paso a la conciencia en una
época en la que era complicado entender.
Los
cuentos, como dije, te van preparando para lo que se viene y sabes, que deberás
tener ojo cuando la novela se presente porque las relaciones son importantes:
la relación padre-hija, la relación verdad-mentira, la relación adulto-niña.
Había una vez un
pájaro en sí es un
conjunto de frases poéticas y de imágenes al hueso que nos retratan una familia
chilena desconfigurada tras el golpe de estado y la detención de un padre. Lo
más maravilloso de esta novela es la forma en que se presentan las escenas y
las ausencias. La violencia y el dolor. A ratos estas no están, pero se pueden
sentir. En las dieciocho páginas que consta el núcleo de la novela en sí, te
pierdes con las potentes imágenes y lo densa que se hace la captura de la
realidad.
Porque
a pesar de que la familia de la protagonista se encuentra en una situación
extrema, se perciben ciertos patrones que se repiten en otros conjuntos
familiares: las mentiras disfrazadas, los cuestionamientos al adulto, las ganas
que se tienen a los doce-trece años de que nuestra opinión valga porque
realmente ahí estamos y entendemos pero somos criaturas impotentes y desarmadas
cuyas voces gritan desde el silencio. Le di color pero ya.
Se
llevó 5/5 Pazitas y me dejó con muchas ganas de seguir leyéndola. Encontré el
libro en la biblioteca central de Puente Alto, aún está en mi poder, lo debo
devolver el 11 de Septiembre (irónico) así que después de eso, vaya a buscarlo.
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Holi, holi.